El valor de la moneda única es determinante para la competitividad de las empresas.
¿Conviene a España un euro más bajo? Con toda seguridad cualquier exportador aplaudirá que Mario Draghi anuncie el próximo jueves medidas del BCE en esta dirección. ¿Y el resto de actores económicos, incluidos los consumidores? Aquí ya hay matices y los economistas recuerdan que cualquier decisión siempre juega a favor de unos y perjudica a otros. Así, a la par que una bajada del euro es buena para la exportación, podría ser muy perjudicial para nuestra factura energética, que representa el 5 por ciento del total de nuestras importaciones (57.126,3 millones de euros en 2013). La influencia que tendrá un euro más débil sobre un mayor o menor crecimiento de nuestra economía es proporcional a cómo influya sobre su crecimiento. Es decir, a su relación con el PIB.
Con los datos de 2013 de Aduanas -hay una cierta variación con los de Contabilidad Nacional pero ambas incluyen la factura energética fundamental para este análisis-, nuestras ventas al exterior fuera de la eurozona pesan un 14 por ciento sobre el PIB, mientras que las importaciones procedentes de áreas que no comparten con nosotros la misma moneda representan el 12,1 por ciento del PIB. Inicialmente nos beneficiará que Draghi actúe para debilitar el euro. Sin embargo, hay que tener en cuenta el impacto de la respuesta de los consumidores españoles a unas importaciones más caras y la capacidad de nuestros exportadores de aprovechar la ocasión de vender más barato y ser más competitivos. No hay que olvidar que si cambia el precio pueden cambiar las cantidades de lo que se compra y se vende.
¿Más o menos competitivos?
Desde su nacimiento, la moneda única se ha movido en una horquilla de valoración al cambio con el dólar entre 1,29 y 1,40 dólares. Y es previsible que el suelo de ese rango no se taladre, a pesar de las decisiones del BCE. La reducción del valor del euro puede ser anecdótica para los turistas españoles que salgan este verano fuera de la eurozona, aunque podrán gastar menos. Quienes sí podrán incrementar sus compras serán los visitantes rusos o chinos que elijan España como destino para pasar sus vacaciones. Para las empresas españolas, el valor del euro sigue determinando su competitividad, tanto fuera como dentro de la eurozona. Los ejemplos más claros los encontramos en el turismo y el comercio. Es obvio que con un euro más bajo nuestros productos se abaratarán para los países con una divisa distinta. En nuestro comercio con la eurozona, un euro fuerte también nos puede restar competitividad. La fortaleza de la moneda única hace que, por ejemplo, los tomates que vende Marruecos a Francia o Alemania, aun con aranceles, puedan llegar a resultar más baratos que los que ofrece España. De igual forma, nosotros podremos comprar a terceros países productos más baratos que los que encontremos en la eurozona.
Aumento de la inflación
La bajada del valor del euro puede provocar inflación, algo que a Mario Draghi no le preocupa demasiado, cuando lo que trata de ahuyentar es el fantasma de la deflación. En el contexto actual, con unos niveles de precios muy bajos, la inflación no es un gran riesgo siempre que la subida de precios se produzca por un incremento de la actividad y no, como podría suceder, por un aumento de la factura energética. Esto indicaría que la rebaja del euro no estaría surtiendo en España los efectos deseados y daría la razón a quienes defienden que es preciso analizar a fondo si debido a nuestra dependencia energética nos conviene debilitar el euro.
El objetivo principal de los movimientos que realizará el BCE la próxima semana es estimular un crecimiento en la eurozona que no se acaba de afianzar. Por eso le interesa a Draghi que los grandes motores del área, como Alemania, exporten más; que no se gripe el motor de Francia y que Italia salga de su letargo. Ello sin duda es un estímulo para la recuperación de la economía española. A partir del jueves podremos comprobar, según lo que decida el BCE siempre que incida en una paridad más débil del euro, hasta qué punto aumentan las exportaciones y crece nuestra factura energética. Y sobre todo, qué pesará más sobre nuestro PIB.
Artículo escrito por: Mª Antonia Quesada
Publicado en: El Economista