El comercio mundial se empezará a recuperar este año. Lo hará de forma moderada, pero el 4,7% de crecimiento previsto para 2014 es más del doble que el escaso 2,1% de 2013. Aun así, y si además no lo impiden incertidumbres como la crisis de Ucrania, la actividad comercial internacional no alcanzará hasta el año que viene el crecimiento promedio de las últimas dos décadas, un 5,3% anual. Y eso será así, una vez más, si Asia ejerce de locomotora, con incrementos claramente por encima de esa media. Este escenario de lento despertar del largo letargo, dibujado por la Organización Mundial del Comercio (OMC), contempla menos riesgos en los países desarrollados, pero a la vez observa que estos han aumentado en las economías en desarrollo. En este panorama, sin embargo, España brilla con luz propia, especialmente por el positivo desempeño de sus exportaciones.
Las estadísticas de la OMC confirman los datos oficiales. La economía española logró el pasado año el segundo mayor crecimiento de exportaciones en el mundo, solo por detrás de Reino Unido. En 2013, las ventas al exterior de productos españoles crecieron un 7,4% y la cuota exportadora, que mide su participación en el total de los intercambios mundiales, se elevó hasta el 1,74%. Esto le permite a España regresar a los niveles registrados en 2009 y ganar dos puestos en la clasificación mundial, superando a India y Taiwán, hasta el puesto 16.
Es cierto, como dice el Gobierno, que esta buena evolución se debe en parte al crecimiento de la base exportadora –el número de empresas que venden bienes y servicios en el exterior ha crecido más del 10% el último año, hasta 150.000, de las que una cuarta parte lo hace de forma regular–, así como a la diversificación de mercados a que ha obligado la atonía de la actividad interior. El impulso de la Secretaría de Estado de Comercio efectuado por Jaime García-Legaz, con misiones como la de esta semana a Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, encabezada por el Rey, es una estrategia de apoyo que debe llegar también a las pymes y activar su ambición exportadora. En este sentido, la ventanilla única del Icex y el enfoque exportador de la agenda hacia Asia parecen apuestas adecuadas cuando todavía dos tercios de las ventas españolas al exterior se concentran en la zona euro.
La ganancia de productividad de las empresas –y no solo por la reforma laboral, sino por los fuertes ajustes a que han debido someterse en la crisis– es un músculo nuevo para potenciar esta positiva evolución que no hay que desaprovechar. Porque la economía española es de las más abiertas el mundo y el sector exterior, verdadero oxígeno durante los años duros, se ha configurado como un pilar de crecimiento futuro. Ahí va a estar gran parte del yacimiento del nuevo empleo.
Fuente: Cinco Días